[Relato] El señor del dragón - Cap. 2 "El Ojo"

[Relato] El señor del dragón - Cap. 2 "El Ojo"

in Creaciones de la comunidad

Posted by: Hersyr.7180

Hersyr.7180

(Algunos personajes de esta historia son jugadores reales, conocidos y desconocidos)

Entrada del Refugio Principal, Arco de león

La Plancha era uno de los lugares que mas me gustaba visitar a diario. A media noche, el silencio era absoluto, el rumor del mar arrastraba los lastres de mi memoria, dejando mi mente apacible y calmada. Este puente era mi refugio excepto en este tipo de ocasiones, cuando una vez cada tres meses, los miembros de la Guardia de Tyria éramos arrastrados a una sucesión de infinitas reuniones de interminables horas, con el fin de mantener la paz que desde hacia unos años me martirizaba. Yo siempre fui un hombre de acción, sin miedo a nada ni a nadie, y ahora me había visto degradado a un sucio director de orquesta que salvaba con cuatro palabras a ciudades enteras, pero con la sensación de no haber echo nada en absoluto. La Guardia de Tyria se formo a partir de la caída de Zhaitan, con el fin de controlar la corrupción que el monstruo había desencadenado y proteger a los habitantes de esta tierra del peligro que suponían los dragones.

Cuando recordaba la batalla contra el magullado cuerpo de Zhaytan, derribado por las enormes maquinas voladoras, el miedo de ese ser sabiendo que al aterrizar derribado por los ataques de los cañones no había terminado su batalla y su dolor, sino que en tierra le esperaba una hueste de mil clanes deseando dar fin a su existencia, decididos a destruir a aquel que había acabado con amigos y familiares, con seres queridos, con padres e hijos. Mi corazón latía intensamente cuando recordaba ese momento, el dolor de ver caer a amigos luchando por una causa tan noble, y la desbordante emoción cuando por fin el difunto tribuno Rytlock Brimstone, con su espada de fuego, atravesó el cuello del monstruo.

- Deberías dejar de hacer eso- dijo una voz femenina.

Desperté de mi ensimismamiento justo a la entrada del Refugio Principal. Mire a Liara que, sin torcer su cabeza hacia mí, siguió hablando pausadamente.

- Vivir encerrado en tus recuerdos.- comento mientras se giraba a mí.
- La vida que deje atrás era la única que entendía – le respondí- no soy un consejero, soy un soldado.- dije mirando hacia el mar.

Se acerco a mí y me dio un amistoso golpe en el brazo mientras se reía y comenzaba a caminar hacia el interior de la pequeña fortaleza.

- Tu eres lo que Tyria necesita que seas – dijo alejándose- no hay tiempo de ser caprichosos.

La mire un momento antes de dirigirme a la joven comandante que nos seguía con cara de lógica extrañeza.

- Iemaya – susurre- prepárate para lo peor.
- ¿Por qué? – pregunto preocupada.
- Liara nunca a sabido dar un buen consejo –*le conteste*- y cuando lo a echo e visto volcanes destruir poblados enteros.

Iemaya me miro asustada mientras empezaba a moverme de nuevo. Al llegar a la entrada del cuarte general, un joven soldado Sylvari nos pregunto nuestro nombre y rango. Era un chico apuesto para ser una planta con piernas. Su piel era anaranjada, iba vestido con una túnica roja y armado con un báculo plateado.

- Liara Groiss – respondió mi compañera- consejera de la reina Jennah, Sabia Erudita de la Guardia de Tyria y líder del clan Hic Svnt Draconis.

El soldado comenzó a revisar una lista de nombres. Liara nunca quiso el puesto de Shelly, pero nuestra gente necesitaba alguien en quien apoyarse tras la caída de nuestra líder. Aun a regañadientes, acepto el cargo con la condición de no ser la única al mando, y formo un Consejo Principal con los más veteranos del clan con el fin de dirigirlo como mejor pudiesen. Su experiencia en combate le valieron el favor de su reina, que la llevo a su lado para ayudarla con asuntos de índole bélica en la corte.

- ¿Y usted señor? – me pregunto el chico tras tachar a Liara de su lista.
- Hersyr – dije en voz alta- Capitán de la Vigilia, estratega de la Guardia de Tyria y miembro del Consejo principal de Hic Svnt Draconis.

El joven miro en su lista. A los pocos segundos dijo con cara de extrañeza:

- No puedo dejar constancia de solo un nombre señor
- ¿Cual es tu nombre chico? – dije con semblante serio.
- El mío…- balbuceo nervioso- yo me llamo Nerus Lemantis.
- Pues que conste como Hersyr Lemantis – espete tajantemente al tiempo que pasaba a su lado abriendo las puertas del cuartel.

Escuche como Liara tranquilizaba al chico, dándole un par de palmadas en el hombro al quedarse petrificado ante mi reacción. Odiaba los protocolos, las etiquetas, los rangos y los nombres. El autentico guerrero no es un nombre con un cargo vistoso, es un arma a las ordenes de su conciencia, una historia que solo debe terminar con la victoria o con la muerte. Eso es ser un guerrero.
Entre en la sala de reuniones de un portazo, furioso con todos los que veía en esa habitación: banqueros, comerciantes, políticos, nobles… escoria. Si por mi fuera llevaría a Jormag en persona a devorar toda sus riquezas, sus propiedades y a sus familias. Solo acudían a estas reuniones para decidir cuanto gastarían invirtiendo en la defensa de la vida de los indefensos pueblos que no gozaban de la protección directa de las grandes urbes. Los mire uno a uno antes de saludar con un ademán de la cabeza, dirigirme a mi lugar y sentarme en mi preciosa silla de caoba pagada con la sangre de algún pobre desgraciado.
Liara entro en la sala y contemplo sin ningún estupor el silencio que había generado mi presencia en aquel lugar. Saludo amablemente a los miembros de la Guardia de Tyria, cogió una jarra y un vaso y las dejo delante de mí, sobre la mesa, antes de sentarse a mi lado. Ella sabía que sin vino, estos alfeñiques estarían muertos en menos de diez minutos y ningún soldado de Tyria podría defenderlos. A veces me sorprendía lo fácilmente que me leía el pensamiento esta mujer, aunque siempre lo pudo hacer. El día que la encontré medio muerta sobre una roca de la Costa Mareasangrienta, aun tuvo fuerzas para corregirme cuando me equivocaba, cuando estaba perdido e inclusive señalarme unas bayas de un arbusto por que me entro hambre. Desde entonces baso nuestra amistad en corregir a este bruto e intentar que no muriese lanzándome sobre un tiburón abisal o nadando en lava. Sin ella seguramente hoy no estaría vivo, aunque visto lo visto, creo que debería haberme dejado llegado el momento.

- Bueno veo que estamos todos – dijo un viejo humano- bienvenidos a la tercera reunión del año. –aclaro sonriendo a los presentes.
- Gracias Altus – le contesto un renacuajo asura llamado Bemp- pasare lista ahora, las puertas se cerraran y comenzara la reunión.

Unos guardias cerraron la puerta desde fuera, clausurando la sala hasta nueva orden.

- Director comercial de Linde de la divinidad, Altus Bramar… Fergarn Ojoardiente, dueño del metal de toda la Ciudadela Negra… Bemp Tiphis – señalo sobre si mismo- Ingeniero jefe de los laboratorios en Rata Sum… Ariadna Vaionel, Gerente mayor de los bancos de toda Tyria y tesorera de los sylvari… Liara Groiss, Sabia Erudita, consejera y líder del clan Hic Svnt Draconis…

La pequeña rata paro un momento cuando leyó mi nombre para dedicarme una mirada de desprecio que camuflo con una sonrisa forzada, la cual devolví burlonamente.

- Y Hersyr – dijo sin más, soltando la lista sobre la mesa y acomodándose en su asiento.

Bemp era el más rastrero de los seres de la creación dentro de los límites de este mundo. Nunca entendí por que la reina Jennah lo vigilaba desde la Guardia, aunque siquiera sabia por que diablos estaba yo aquí. Se sabía que controlaba una red de traficantes de reliquias robadas en antiguos templos sagrados, que construía maquinaria con magia prohibida y que había matado a dos de sus superiores para estar donde estaba. Aun así nadie se atrevió a justificar contra el, lo cual llevo a su majestad a ponerlo bajo vigilancia de Liara dentro de la Guardia de Tyria. Creo que por eso me pidio en su dia tan repetidamente que ingresara yo también.

- Bueno –*dijo Bemp*- el asunto que nos trae hoy aquí es de suma importancia.

El Asura bajo de su silla y se acerco a un pequeño armario junto a la puerta. Lo abrió, saco unos rollos y un gran libro de cuero marrón cosido con hilos dorados y se dirigió de nuevo a la mesa, donde los depositó separándolos. Miro al resto y hablo con un tomo de nobleza absoluta.

- ¿Conocen la leyenda del señor del dragón? – pregunto.

Los presentes se miraron confusos ante la pregunta. Yo me limite a escuchar mientras me servia un vaso de vino y apoyaba los pies sobre la mesa. Sabia que era algo sumamente molesto para el pequeño bastardo.

- La leyenda – continuo mirándome de reojo- narra la historia de un orbe capaz de controlar a voluntad al primero de los dragones de Tyria… –*cayó por un momento antes de continuar*- Primordus.

Hasta yo levante la cabeza al oír ese nombre. Primordus, el primero de los Dragones antiguos en despertar en Tyria. El lugar de reposo original de Primordus estaba en una cueva, bajo tierra, donde fue confundido por los asura de ser simplemente una estatua que emitía una gran cantidad de energía mágica. Por este motivo, se construyó la Cámara de transferencia central cerca del dragón. Posiblemente fue allí donde encontraron información sobre ese artefacto.

- El orbe recibe el nombre de “El Ojo”. –*Comentó* – Según los símbolos encontrados en la Cámara de transferencia central, El Ojo fue creado por alguien mucho más antiguo que los dragones en si. Alguien que existió mucho antes que todo lo que podríamos ver hoy en día y que, por alguna razón, creo El Ojo para controlar algo que aun no existía.

- Y que nos importa a nosotros un cuento de viejas –*pregunto Ojoardiente, un enorme Charr con un cerebro enano que solo servia para contar dinero.*
- Pues nos importa por que resulta que ese artefacto, El Ojo, existe.- respondió Bemp.

El silencio que siguió a sus palabras fue sepulcral, casi como un funeral, durante el cual los allí presentes dedicamos miradas de asombro hacia el mas que altivo Asura.

- Uno de los jeroglíficos que encontramos indicaba como llegar a la cámara donde se suponía que se encontraba el objeto en cuestión. Al principio me mantenía escéptico pero no pude evitar enviar un grupo de exploradores a seguir la pista de El ojo.
- ¿Y lo encontraron? – pregunto ansiosa Vaionel, la Sylvari de piel cobrizo, de figura bastante estilizada, elegante y sumamente estupida.
- A las dos semanas de no recibir información del grupo de exploradores, el resto del equipo seguimos las pistar para encontrar El Ojo y si podía ser, a los exploradores.

Desenrollo uno de los planos y lo extendió sobre la mesa. Un gran mapa de Tyria estaba dibujado sobre el papel, en tonos negros y grises, pero una delgada línea roja cruzaba un gran trozo de la parte sur de este. Bemp busco algo en el libro que saco del armario y comenzó a leer.

- Hemos encontrado a los exploradores en coma cerca de las ruinas de algo parecido a un templo en unas islas volcánicas de nombre desconocido.-dijo señalando las islas en cuestión- Tras enviar a un pequeño grupo de guardianes a llevar los heridos a Rata Sum, un equipo de 7 Asuras entramos al templo con cuidado. En su interior, una gran sala de columnas ornamentadas, esculturas magnificas, grabados impresionantes y… un pequeño altar con un orbe.

Toda la sala escuchaba en silencio y expectante el relato de Bemp, aunque tras un rato, yo me dedique a tomar vino y mirar el techo. Todo empezaba a sonarme a historia fantástica para pedir dinero en investigaciones y demás tribulaciones de un enano psicópata. Bemp lo noto y subió el tono de su voz, supongo, para que sus palabras no me pasasen desapercibidas.

- Nos acercamos con cuidado al altar, intentando no pisar ninguna trampa o activar cualquier mecanismo que nos dejase en la misma situación que a los pobres desgraciados de la entrada. El orbe despedía una intensa luz amarilla, aunque no era molesta. Nos quedamos un rato frente al orbe sin saber que hacer, hasta que Muffy Kilk, la experta en arqueología del equipo, extendió la mano y lo toco sin previo aviso. Durante unos segundos se quedo paralizada, pero acto seguido comenzó a correr gritando hasta que se desmayo. Nos miramos todos con cara de asombro y decidimos no tocarlo sin mas… algo hay que hacer, pero como no me pasaba desde hace mucho tiempo, no tengo respuesta alguna.

Dejo de leer y cerró el libro. Todos esperaban más de la historia, un final que revelase los misterios del orbe, pero no hubo mas palabras del Asura, que ahora miraba seriamente a los presentes, sin saber que decir.

- ¿Y que paso Bemp? – pregunto el viejo Altus.
- Al tocar el orbe, una gran pared se desplazo tras el altar, dejando a la vista esto.
Desenrollo el segundo plano, de un aspecto mucho más antiguo, rasgado y amarillento, lleno de polvo y atado con una cinta roja de seda. Al abrirlo pudimos ver una serie de números y dibujos extraños, y un gran esquema de algo parecido a una silla dentro de un enorme cubo.

- ¿Si se abrió al tocarlo, como es que no estaba abierto cuando lo tocaron los otros miembros de la expedición? – pregunto Liara.
- A los pocos segundos de abrirse se cerro, tuve que moverme rápido para poder cogerlo.- respondió el Asura.
- ¿Y Que es eso? – volvio a preguntar Liara
- Si nuestras traducciones y nuestros ingenieros no fallan, es una maquina del tiempo – contesto Bemp.

Escupí el vino que tenia en la boca. Me incorpore rápidamente para ver más de cerca el plano. Estaba lleno de letras Asura, de símbolos extraños que no entendía y de un dibujo que esquematizaba lo que a mi me parecía una maquina de tortura.

- ¿Estas seguro de eso Bemp? – consiguió decir Altus tras un estupor que se alargo durante varios segundos.
- Prácticamente seguro – le contesto – Parece que el orbe activa la maquina –*señalo al plano*- y según esto solo una persona puede usarla.

Bemp me miro y dijo con voz áspera.

- Athon “el Dragón”, el padre de Hersyr.

(Editado el por Hersyr.7180)